Su pasión por
las historias de terror y misterio nació con el libro Drácula de Bram Stoker y
la consolidó con textos de Stephen King, a quien admira con fervor.
El interés por la ciencia estuvo desde su adolescencia, cuando sus profesores lograron enseñarle que lo aparentemente abstracto de la misma era parte de un mundo de sabiduría que iba más allá de los conceptos, leyes y teorías.
Su libro “Historias de misterio y ciencia” fue publicado por la Editorial Dunken en enero del corriente año, está a la venta en Librería Mara y en Lady Nada Group de Sáenz Peña.
Fabián Coronel nació en Las Breñas (Chaco) un 24 de diciembre de 1985. Estudió Profesor en Química, Física y Merceología en la UNNE: Facultad de Agroindustrias además de otras carreras como Licenciatura en Enseñanza de Ciencias Ambientales (UTN San Francisco) y especializaciones en ramas como Atención a la Diversidad y Enseñanza de las Ciencias Naturales.
Actualmente se desempeña como docente en nivel secundario, terciario y universitario en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco. En dicho lugar en sus ratos libres se dedica a estudiar mitología, lectura y escritura japonesa, además de escribir historias, novelas y poesías que vienen desde lo más profundo de su imaginación, corazón y alma.
El interés por la ciencia estuvo desde su adolescencia, cuando sus profesores lograron enseñarle que lo aparentemente abstracto de la misma era parte de un mundo de sabiduría que iba más allá de los conceptos, leyes y teorías.
Su libro “Historias de misterio y ciencia” fue publicado por la Editorial Dunken en enero del corriente año, está a la venta en Librería Mara y en Lady Nada Group de Sáenz Peña.
Fabián Coronel nació en Las Breñas (Chaco) un 24 de diciembre de 1985. Estudió Profesor en Química, Física y Merceología en la UNNE: Facultad de Agroindustrias además de otras carreras como Licenciatura en Enseñanza de Ciencias Ambientales (UTN San Francisco) y especializaciones en ramas como Atención a la Diversidad y Enseñanza de las Ciencias Naturales.
Actualmente se desempeña como docente en nivel secundario, terciario y universitario en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco. En dicho lugar en sus ratos libres se dedica a estudiar mitología, lectura y escritura japonesa, además de escribir historias, novelas y poesías que vienen desde lo más profundo de su imaginación, corazón y alma.
¡Pobre muchacho! ¡Tan joven y que
le pasen tantas desgracias! Ya decían en el pueblo que él había sido entregado
como último hijo para continuar con esa maldición familiar de la que tantos
años supuestamente se había venido pasando de niño en niño.
El muchacho ya estaba acostumbrado a escuchar y sentir cosas de pequeño. Recuerdo que a veces cuando los iba a visitar me decía su madre que el más pequeño de sus hijos que se llamaba… Bueno… Se llama Emanuel… Por las noches cuando dormía a veces se despertaba asustado gritando que veía una especie de sombras que lo miraban, o que a veces escuchaba ruido de cadenas detrás de su ventana. Lo de las cadenas es fácil de explicar, dicen que aquí cerca de nuestras casas hay un hombre que es el séptimo hijo varón y por las noches se convierte en el almamula. Una especie de perro enorme que lleva cadenas y se arrastra toda la noche. Yo también había escuchado pasar a esa criatura varias veces, una vez hasta inclusive la vi de frente cuando me arrimé por la ventana al escuchar los ruidos metálicos y cuando menos cuenta me di tenía bien frente a mí a ese ser horrible. No sabía si era un caballo o un perro… Pero bueno, ustedes vinieron para escuchar la historia de Emanuel así que no me iré por las ramas. Este es un pueblo pequeño, pasan muchas cosas extrañas aquí. Antes cuando estaba todo menos urbanizado era peor, desde la siesta ya nuestras madres nos decían que no debíamos salir porque las historias que se contaban del pomberito eran muy atemorizantes. Y después cuando caía el sol y salían las estrellas ya empezaba a ser todo más macabro aún. Los adolescentes de hoy ya no le temen a nada, y es que se volvió bastante más tranquila la vida aquí… Por algo a veces salimos en la televisión con el nombre de “los habitantes de la capital de las brujas” jajaja ¡qué bien definida! Y verán que todo tiene que ver con todo. El demonio tiene un hogar, y creo que es este lugar. Con la urbanización de hoy en día creo que se habrá mudado, pero de vez en cuando viene a vacacionar a este infierno, y verán que en esas visitas siempre Emanuel era como “esa persona” que cuando vas a algún lugar no podes dejar de visitar. Vaya a saber por qué ese pobre muchacho caía dentro de esas cosas malas, pero bueno.
Emanuel siempre contaba que
escuchaba y veía cosas extrañas, cuando dormía y se despertaba cerca de las 4
de la madrugada decía que veía como tres personas delgadas en forma de sombras
que lo observaban detenidamente, y alguna especie de energía no dejaba que se
pudiera mover.
Yo creo que el joven ya se había
amigado con ese tipo de “sorpresas”, pero no fue hasta que una noche volvió
temblando a su casa. Su madre al otro día cerca de las 6 am cuando se levantaba
a tomar unos mates, fue al patio, y por alguna razón sintió que debía ir hasta
el pasillo. Y ahí lo vio sentado, estaba con los ojos perdidos mirando hacia
arriba y con la boca semi abierta. Al
principio la señora Méndez creyó que Emanuel estaba drogado o borracho,
vio cómo esas cosas están muy presentes hoy en día en los jóvenes. Pero ahí al
hablarle se dio cuenta que estaba en shock… Dice que le preguntó si estaba
bien, y él le dijo “mamá, la vi, se me apareció… Tanto tiempo tuve miedo y hace
un rato cuando volvía de estar con mis amigos se me apareció la Umita, era la cabeza
de un hombre creo, o sino no se podía distinguir bien si era de una mujer
porque tenía abundante y larga cabellera, sus ojos estaban desorbitados, y lo
mejor era verle esa tremenda dentadura. Y tenías razón mamá, como por arte de
magia flotaba en el aire gimiendo y llorando… y me decía así DAME AGUA DAME
AGUA DAME AGUA”.
Según contaba la vecina que se
llama Aurora que justo se había levantado para ir a regar las plantas, dice que
el muchacho gritaba y hasta parecía que se reía, gritaba algo así como “LA VI
MAMÁ… LA UMITA MAMÁ… ME PEDÍA AGUA… AGUA QUERÍA Y YO NO TENÍA”.
Muy triste la verdad. Por alguna
razón él atraía a todas esas criaturas del infierno… No cualquiera puede ver a
la Umita, cuenta la leyenda que alguna vez un paisano valeroso la enfrentó y
lucharon toda la noche, hasta el alba. Ganó y la Umita se transformó en toro o
en ternero no sé bien. Previamente narró su culpa al vencedor pero éste, a sus vez, no pudo contarle a nadie, pues
como precio a su hazaña perdió el habla para siempre.
Creo que desde esa noche Emanuel
ya se convirtió en otra persona, no es que tenía miedo y no volvió a salir
nunca más. Yo en su lugar creo que me hubiese quedado encerrado de por vida,
pero él no. Creo que al contrario, empezó a abandonar los estudios, empezó a
salir todas las noches, empezó a contar cosas cada vez más descabelladas. Una
vez recuerdo que le habló a mi hijo de que cuando volvía de una de sus andanzas
había visto cerca de un baldío que queda acá en la cuadra, una especie de pozo
en el cual estaba lleno de figura de santos y estampitas. Decía que estaba
lleno de “vírgenes de luján”, “sagrado corazón”, y demás santitos que ni él
sabía quiénes eran pero que allí estaban en una especie de pozo. Yo le prohibí
a mi hijo que se junte con él. A veces por las noches salía a la terraza y veía
que se había escapado y estaban tomando una cerveza juntos, y bueno lo dejaba…
A veces el mejor remedio para combatir la soledad es con un amigo y una buena
cerveza helada.
Pero después me contó mi hijo que
Emanuel no quería juntarse más con él. Decía que ya había conseguido un nuevo
mejor amigo y que era muy celoso. Que si los veía juntos se podría enojar y
hacerle daño a mi Nicolás.
Recuerdo que la mamá de Emanuel un
día se acercó a preguntarme si mi hijo fumaba y tomaba cerveza. A lo cual yo le
contesté que de tomar a veces sí lo hacía, pero que de fumar no creía. Tenía 17
años y sé que a veces pueden llegar a probar, pero si fumaba en exceso lo
habría notado porque llegaría con el olor a tabaco. Esa pobre mujer se largó a
llorar y me dijo que no sabía qué haría con ese muchacho. La pobrecita encima
vivía sin su marido porque él trabajaba en el sur repartiendo papa y cebolla. Al
único que tenía era a Emanuel. Le pregunté el porqué de esa duda sobre los
cigarrillos y el alcohol, y me dijo que en el patio había encontrado una zona
donde había casi 15 latas de cerveza y prácticamente 25 colillas de
cigarrillos. Y en cantidades iguales las venía encontrando desde hacía casi una
semana.
La señora me contó que su hijo
aparecía con marcas en su cuerpo, a veces moretones en sus brazos de color
verde y violeta, a veces cortes o más marcas de golpes en su cara. Y siempre
que le preguntaba qué le había pasado Emanuel solamente le decía que así jugaba
con su nuevo amigo.
La señora creyó que mi hijo le
pegaba, pero le conté que hace rato ya no se juntaban porque Ema no quería.
Creo que todo eso hizo que a la
señora se le despierte el cáncer que en casi cuatro meses la terminó matando.
El día de su funeral vi que en su rostro, además de preocupación, se la notaba
un tanto aliviada.
Emanuel vivió solo en esa casa un
tiempo más. Se lo veía fumar ahora, pero no lo hacía en exceso. Yo una vez lo
controlé y vi que hasta seis o cinco cigarrillos prendía. Igual eso no
explicaba por qué iba siempre y compraba cuatro paquetes de veinte cigarrillos
por día y una bolsa llena de latas de cerveza.
Hablé mucho con mi señora, y nos
decidimos ir a conversar con Emanuel. Lo invitaríamos a nuestro hogar a
almorzar, cenar o tomar unos mates cuando él tuviese ganas.
Recuerdo esa noche como si fuera
ayer. Ustedes vienen para escuchar esta historia que pasó hace casi un año.
Pero yo la recuerdo como si fuera ayer, y disculpen las lágrimas en mis ojos,
es que lo queremos mucho y nos da miedo por nuestro hijo.
Esa noche era fría y con un viento
suave pero que parecía que te helaba las venas. Estaba muy tranquilo en el
barrio, no pasaba ni un alma en pena. Yo me levanté y abrí el portón de la casa
de Emanuel, caminé hacia la puerta y estaba todo oscuro. Solamente se veía
detrás de los barrotes de la ventana que había una luz tenue, como si fuera que
tenía prendida una vela. Primero no hablé, y entré caminando despacio. Y ahí
fue que lo escuché. Emanuel hablaba con alguien… o algo y le decía:
“No te voy a cumplir más, vos no
la salvaste a mamá… Me dijiste que ibas a salvarla pero no lo hiciste y eso que
te cumplí todo al pie de la letra. Te dejé cigarrillos y cerveza durante 25
días seguidos… Ya sé que el trato es de 30 días, pero yo no te voy a cumplir
más… Si total mamá no está más… ¿De qué me sirve?”
Y les juro que no escuché que la
respuesta eran palabras humanas, sino que parecía una mezcla de muchos animales
que hablaban al mismo tiempo. Pero sobre todo lo que más resaltaba era como si
fuera el piar de un ave que le contestaba como si estuviera enojada.
Y de repente escuché que Emanuel
empezaba a hablar más despacio y le decía “yo no llamé a nadie, nadie viene a
mi casa y menos a estas horas de la noche. Apagué todas las luces, estamos
solamente vos y yo acá no hay nadie más… ¿cómo que escuchas otra respiración?
Yo no llamé a nadie…”.
Y tal vez fue mi error, pero le
pegué una patada a la puerta y al abrirse de golpe vi a Emanuel arrodillado al
lado de una vela, con la cara chupada como si fuera un esqueleto y los ojos
saltones que me miraron con tristeza y extrañeza, y ahí lo vi… Vi con quién
estaba hablando… Era una especie de duende bajo, y de tez negra, estaba casi en
cuclillas y tenía los ojos en una expresión ondulada y caída. Su cabellera era
firme como cardo. Y cuando me vio entrar exclamó una especie de grito que
pareció el de un silbido como si de un ave se tratara que se asustó. Y
desapareció.
Pero ahí empezó lo más extraño,
Emanuel, con su rostro moribundo y sus ojos grandes, tan encorvado que sus casi
dos metros de alturas parecía que se había contraído en un pequeño muchacho
comenzó a decirme “no debiste venir y entrar, tenía un trato que ahora no
cumplí… y mi mamá no está… y él se enojó… El pombero… El maldito y desgraciado
Pomberito que no me cumplió la única MALDITA cosa que le pedí que era de salvar
a mi madre… EL POMBERO QUE NO SIRVE PARA NADA…. DUENDE MALDITO Y TRAIDOR”.
Y cuando traté de agarrarlo para
calmarlo una piedra rompió el vidrio de la ventana y entró. Y parecía algo
fantasmal, pero algunas cosas salían volando, y al mismo tiempo seguían
entrando piedras como si alguien las estuviera arrojando desde afuera. Pero no
eran cualquier piedra. Eran grandes y rústicas, como esas que se suelen ver en
los campos… Las piedras entraban hasta que una enorme cayó y le pegó de lleno a
Emanuel. La sangre comenzó a derramarse mientras él empezó a caer. Después de
eso cayeron algunas cosas más… Pero lo único que se escuchaba de afuera era a
los pájaros gritar y revolotear en los árboles. Estaba enloquecidos y piaban
como si alguien los estuviera alborotando. Hasta que Emanuel quedó inconsciente
y lo elevé entre mis brazos. Fue ahí que escuché como si de una gran ave se
tratara. Fue un silbido que casi me deja sordo y provenía de la habitación de
la madre. Cuando miré hacia allí vi dos grandes ojos que me miraban con una
tonalidad casi amarilla. Se notaban que era de alguien bajo… era como si de un duende
se tratara.
Abrí la puerta rápido y salí
rápidamente con Emanuel entre mis brazos. Y les juro que no quería mirar hacia
atrás porque sentía que me perseguía. Pero al pasar el portón me di vuelta, y
ahí le vi. Estaba parado firme y esbelto en su tamaño. Ese duende de color
oscuro pero ahora tenía el cabello blanco. Y me quedó mirando detenidamente
desafiándome a que entre.
Pero yo solamente corrí con
Emanuel en mis brazos hacia mi casa. Y cuando me di cuenta. Aunque la noche
estaba fresca y muy estrellada, los pajaritos negros revoloteaban por el cielo
desde los árboles que habían estado descansando. Algo los había alborotado, y
ese algo creo que ya sé lo que era.
Emanuel ahora sigue en coma. Están
esperando que llegue su tía de Buenos Aires para decidir si lo desconectan o
no. A veces lo vamos a visitar al hospital. Tratamos de cerciorarnos que no lo
desconecten hasta que su tía decida qué hacer.
Es raro, porque en el estado en el
que está le siguen apareciendo moretones como si fuera de manos que lo aprietan
tan fuerte como hasta lastimarlo. A veces en los brazos, los pies, la espalda y
hasta en las mejillas. El doctor nos dice que es porque está teniendo problemas
de circulación. Yo en mi interior sé que no somos los únicos que lo visitamos.
Pero bueno… Son historias que a cualquiera
le pueden ocurrir. Tenemos miedo por nuestro hijo. Por eso le decimos que no
pase frente a la casa de los Méndez.
Porque ustedes sabrán, aquí en el Chaco se cuentan muchas historias…
Pero las historias que más miedo dan, por alguna razón son las que se cuentan que
ocurren en las noches… Siempre bajo las estrellas.
- Este relato pertenece al libro “Historia bajo las
estrellas” el cual saldrá pronto.
- Este relato pertenece al libro “Historia bajo las estrellas” el cual saldrá pronto.
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